No se en cuantas ocasiones
me he enamorado de tus ruinas.
La
de noches que he ansiado acostarme con tus errores
o hacer una orgía con todas
esas veces
que no deberías de haber dicho eso o aquello, y lo hiciste.
He perdido la cuenta de los sábados
que aun teniendo el
colchón lleno de aciertos
solo deseaba tus malas formas de llevarme a la cama.
‘’No soy ningún caballero’’. Y tenías razón.
Creo que me sentía como el arqueólogo
capaz de ver belleza
en las ruinas
de una vieja civilización.
Supongo que habías sido escenario de batallas
y de
demasiadas copas.
De encontronazos contigo mismo
de los que saliste mal parado.
Igual una vez una chica mucho más guapa que yo
se quedó con tus ganas
de
volver a follarte a alguien con calcetines
y de quedarte a dormir.
Yo nunca he negado lo
evidente
y decir que traté de olvidarte sería una forma de hacerlo.
Igual llevo toda nuestra historia equivocada
y todos estos
intentos de derretir tu hielo
solo sirven para tener un motivo sobre el que
escribir.
No se cuantos accidentes se tienen en la vida.
A veces de forma inesperada
tropezamos con el profesor que
nos dijo aquello de:
‘’no serás nada en la vida’’.
En esos casos, nos
regodeamos
y le miramos por encima del hombro.
Otras, nos chocamos con el chico
al que le partimos el
corazón
y nuestros ojos se vuelven tiernos
con la esperanza de encontrar en
los suyos el perdón.
Están los accidentes que te llevan a conocer
a tu mejor
amiga
o al chico que se encarga de tus bragas
porque sus manos no sirven para
mucho más.
que te dejan
marca de por vida.
(En el caso de que salgas vivo de ellos, claro).
De esos no te recuperas
y tienes que acudir a terapia
mensualmente contigo misma.
Los escritos son buenos
pero el precio que tienes que pagar
para que así sean, es altísimo.
Que tú conoces las reglas
pero él las excepciones
y eso es
sinónimo de no tener ni un solo as en toda la jugada.
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