viernes, 6 de junio de 2014

Accidentes sentimentales.

No se en cuantas ocasiones 
me he enamorado de tus ruinas.
La de noches que he ansiado acostarme con tus errores
o hacer una orgía con todas esas veces 
que no deberías de haber dicho eso o aquello, y lo hiciste.
He perdido la cuenta de los sábados 
que aun teniendo el colchón lleno de aciertos
solo deseaba tus malas formas de llevarme a la cama.

‘’No soy ningún caballero’’. Y tenías razón.

Creo que me sentía como el arqueólogo 
capaz de ver belleza en las ruinas 
de una vieja civilización.

Supongo que habías sido escenario de batallas
y de demasiadas copas. 
De encontronazos contigo mismo 
de los que saliste mal parado. 
Igual una vez una chica mucho más guapa que yo
se quedó con tus ganas 
de volver a follarte a alguien con calcetines 
y de quedarte a dormir.
Yo nunca he negado lo evidente
y decir que traté de olvidarte sería una forma de hacerlo.

Igual llevo toda nuestra historia equivocada
y todos estos intentos de derretir tu hielo
solo sirven para tener un motivo sobre el que escribir.

No se cuantos accidentes se tienen en la vida.

A veces de forma inesperada
tropezamos con el profesor que nos dijo aquello de: 
‘’no serás nada en la vida’’. 
En esos casos, nos regodeamos 
y le miramos por encima del hombro.

Otras, nos chocamos con el chico 
al que le partimos el corazón
y nuestros ojos se vuelven tiernos 
con la esperanza de encontrar en los suyos el perdón.

Están los accidentes que te llevan a conocer 
a tu mejor amiga 
o al chico que se encarga de tus bragas 
porque sus manos no sirven para mucho más.

Y después, están los accidentes sentimentales
que te dejan marca de por vida. 
(En el caso de que salgas vivo de ellos, claro).
De esos no te recuperas
y tienes que acudir a terapia mensualmente contigo misma.

Los escritos son buenos
pero el precio que tienes que pagar para que así sean, es altísimo.

Que tú conoces las reglas
pero él las excepciones
y eso es sinónimo de no tener ni un solo as en toda la jugada.


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