domingo, 22 de junio de 2014

Que vamos a contarles a los que vengan.

Que vamos a contarles a los que vengan.

Que la cerveza era la terapia de este siglo
y que preferíamos el sonido de las teclas 
a una canción de los ochenta.

Les contaremos que todos jugaban a ser poetas, 
algunos de letras y otros de braguetas. 

Que teníamos palabras claves 
como ‘’crisis’’ o ‘’corrupción’’
y que la vocación se había perdido.

Les contaremos que vivíamos de estereotipos
no importaba si no sabías ‘’hacer la O con un canuto’’ 
porque mientras tu exterior estuviese definido
no había de que preocuparse.

Que promulgábamos nuestras ansias de ser diferentes
y entre tanta diferencia y originalidad
nos caracterizábamos por ser todos iguales.

Y es que, a pesar de lo que digan 
las lenguas del momento sobre ser libres, 
en cuanto alguien se atrevía a serlo
le mirábamos por el rabillo del ojo.

Predicábamos el amor libre
da igual el sexo o la cantidad
nos queríamos unos a otros mientras 
nos olvidábamos de querernos a nosotros mismos.

Había más cigarrillos y vicios que buenos libros.
Y más poetas en la cama que fuera de ella.

Que vamos a decirles a los que vengan.

Deberíamos contarles que todo es cuestión de modas 
y que las putas ya no eran las que cobraban. 

También podríamos contarles que había quienes 
ahogaban sus penas en bebida 
y quienes preferían ser discretos en el arte de olvidar
y entonces, escribían.

La droga no era más que la consecuencia 
de una vida de rutinas; 
el efecto secundario de lo que paradójicamente 
llamábamos ‘’diversión’’.

Que luego también teníamos otros vicios
y que a algunos atrevidos no les importaba 
perder los cojones por amor. 
Pero eran pocos.

Que Amelie tenía razón 
y eran tiempos difíciles para los soñadores.

El compromiso era el cáncer 
de los orgasmos en bocas ajenas; 
y que si te daba por recordar tu pasado
o lo hacías canción a través de música de otros, 
o te mareabas lo suficiente 
como para ponerle cerrojo a los recuerdos.

Aunque siempre estaban esos valientes 
que se negaban a olvidar, y entonces, 
como no podía ser de otra manera, escribían.

Que vamos a contarles a los que vengan.

Podemos decirles que también sentíamos miedo. 
Que la familia era lo primero 
y que en determinadas ocasiones 
incluso aunque querías otro destino: 
‘’todos los caminos te llevaban a Roma’’. 

Hasta podemos confesarles que con suerte
encontrarás a tu Roma particular, de ojos bonitos
y entonces ya no te tocará tanto las narices el dichoso refrán.

Les contaremos que nos tatuábamos 
y nos agujereábamos 
porque la irremediable necesidad de ser diferentes 
mientras éramos iguales
siempre estaba latente.

Que los corazones a veces bombeaban 
de todo menos sangre, 
y que otras, como seres humanos y egoístas
creíamos que el mundo debía pararse 
si en una ocasión determinada sentías que se te paraba la vida.

Podíamos confesarles que la frase aquella de: 
‘’que la vida es caer y levantarse’’ 
es solo verdad en un cincuenta por ciento; 
porque para ser sinceros,
pasamos más tiempo en el suelo que de pie; 
y que para incorporarte te hacen faltan 
unos cincuenta y tres golpes…
Vamos que ‘’la vida es caer cincuenta y tres veces 
por cada una que te levantas’’

Pero que no pasa nada
porque desde el suelo la perspectiva no es tan horrible
y el golpe en la cabeza suele recolocarnos las ideas.

Que hay más golpes ‘’a secas’’ que ''golpes de suerte''.
‘’Si te quiere te buscará’’
pero si le quieres, debes buscarle.

Que vamos a contarles a los que vengan.

Que vivíamos deprisa
incluso más deprisa que las agujas de los relojes;
y que si vas a olvidar a base de chupito
mejor que no sea de garrafón.

Podemos decirles que lo más importante
es encontrar alguien a quien dedicarle tus letras
y no quitarle el lápiz de encima de por vida.
Que puede ser que no haya aparecido
pero como no es mi caso, 
no puedo más que decirte 
que encuentres algo sobre lo que escribir, 
aunque no sea una bragueta o una sonrisa.

Porque si llega el día en el que leer a Bécquer 
y aquello de ‘’poesía eres tú’’ 
no te produce unas ganas incontrolables 
de hacerle el amor a alguien, 
estás perdido;
y a los que vengan, 
no vas a poder hablarles de nada lo suficientemente transcendente 
como para que lo acepten de consejo.

Y si uno nunca lleva un consejo encima
es que está jugando la partida sin ases en la manga.


2 comentarios:

  1. Seguro que los que vengan agradecerán esos consejos, por que no hay mejor descripción de la vida que la que tú has dado.

    y las ganas de hacer el amor con esa poesía de Bécquer son incontrolables...

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    1. No sabes la alegría que me da pasar por aquí y ver que no solo me lees, que también me escribes.
      Muchísimas gracias Elena!

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