miércoles, 25 de junio de 2014

Te escribo.

He llegado a la conclusión 
de que la mejor manera 
de olvidar parcialmente un recuerdo, 
es escribiendo.
Lo atrapas entre hojas
y dejas que viva, pero solo allí, 
bajo supervisión.

No puedes enterrar orgasmos 
que no dejan de respirar, 
y esa es la única forma de darles cobijo 
sin sentir que te paralizan el presente.

Hay manos tan bien esculpidas
que se cogen con fuerza a tu memoria
y no dejan que pienses en otra cosa; 
te programan el día, las horas
y te hacen títere de sus antojos.

Creo que la vida se resume en dejarse llevar.
Al precipicio.
A la cama.
O de paseo a otro corazón.

Contarle a otros oídos la derrota 
y exponer tus heridas de guerra;
que nunca es cobarde quien participa en la batalla
por más balas que le hayan alcanzado.

Hablarle a otra sonrisa de su sonrisa
y dejarse desnudar 
con la pérdida latente en las pupilas.

Al llegar casa
colgar la esperanza en el armario;
la quinta percha a la derecha.

Y soñar. 
Soñar con el mar y la marea. 
Que sube y nos ahoga 
en las cientos de oportunidades 
que hemos dejado escapar.

Un cielo lleno de estrellas 
que juegan a parpadear por tu cuerpo;
algunas zonas de luz y otras de sombras,
dibujando la exacta definición del amor, 
de la fe, 
de todo lo que me mantiene con vida 
mientras me la quita.

Si abres los brazos de par en par
me parece ver el infinito.
O sino al menos, algo que se le parece mucho.

Hay días en los que te imagino viejo
con arrugas que hablan de los años.
Con años que hablan de la vida 
y de todas las camisas que me habré desabrochado 
para tus instintos.

Otros días te miro desde la ventana cruzar la calle, 
como si flotaras 
y todo pareciese menos real 
desde que tú pareces más de otro mundo; 
entonces me pregunto si en algún momento 
fuiste mío de verdad.
De la misma forma que se conserva una carta,
una promesa o una deuda.

He sido cobarde.
He sido ausente.
He sido demasiado y otras, a penas he estado.
He sido puta.
Poco prudente.
He sido una cría de veintitantos años.
He sido tantas cosas, 
que probablemente me halles diferente 
en cada uno de tus recuerdos.

Me encontrarás en la morena 
del pub de todos los sábados, 
con la acabaste montándotelo en el baño.
En la chica de las trenzas 
que tímida te mira detrás del menú del día.
En la de la primera fila de tu clase de literatura.

Y al final caerás en la cuenta 
de que me conocías sin conocerme, 
y que quizás por eso se entienden nuestras lenguas;
tal vez por eso hablen el mismo idioma nuestras pieles.

Que compartíamos poetas
y se hallaban nuestros ojos en lo leído. 
Y en eso siempre hay un poco de amor.

Me llueven las pupilas
y huele a madera mojada. 
Debo de ser lo más parecido a un sauce llorón.

Y lloro porque estás tan guapo
que me duele que no sea mi espejo 
frente al que te contemplas.

¿De veras nunca suena mi voz en tu memoria?

Me gustaría que me llamases 
para confesarme el color de tu corbata
y poder ponerme las bragas a juego;
que por ser tu pareja de baile esta noche, 
yo convino lo imposible 
y me pongo a la altura de los hoyuelos de tu sonrisa;
aunque sea con tacones.

2 comentarios:

  1. ...que nunca es cobarde quien participa en la batalla
    por más balas que le hayan alcanzado.

    Qué importante es luchar por lo que uno quiere. Una vez más enhorabuena!

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    1. Yo también creo que no hay nada más importante que eso, independientemente de si lo consigues o no, para irte a la cama orgullosa y satisfecha contigo misma.
      Adoro que pases por aquiii!!!! Un beso enorme!

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