miércoles, 11 de junio de 2014

Una lectora.

Nadie puede saber lo que esconde un libro 
si nunca se ha interesado tanto por uno
que ha acabado con la nariz metida 
entre sus páginas hasta las tantas de la madrugada.

Los ojos se mueven aprisa por los renglones
y el corazón se acelera cuando está a punto de llegar 
el beso tan esperado o la resolución del misterio.

Leo desde que tengo uso de razón.
Siempre he sido de las que necesitan 
un libro antes de dormir.

Recuerdo que cuando era una cría
y veía una película de terror
luego tenía que leer ‘’Manolito Gafotas’’
‘’Lisa y el gato sin nombre’’
o ‘’Tintof, el monstruo de la tinta’’
que eran libros que siempre me hacían sentir bien.

Creo que la conexión que entablas con los libros
es tan humana, como la que te une a una persona.
Cuando el libro es viejo, te sientes en casa, a salvo. 
Sabes lo que pasará en la siguiente página 
pero eso no hace que te canses de releerla.

Es como conocer el carácter de tu mejor amiga
que sin sorprenderte, te sigue encantando.
O como saber de antemano lo que sentirás 
si abres el correo y tus ojos se topan con un ‘’buenos días nena’’.

Además, un libro que lleva a tu lado años
tiene marcas, en mi caso, hasta marcados con lápiz
flojito, mis párrafos preferidos.
A los que acudo cuando se lo que siento 
pero no puedo explicarlo y necesito que las letras
lo hagan por mi.
Creo que esas marcas pueden ser comparables a los tatuajes. 
Como no querer separarte
 de un momento determinado de tu vida, y eternizarlo.

Cuando el libro es nuevo, te sientes más insegura. 
No sabes lo que pasará, ni lo que sentirás.  
Cada página es un misterio. 
El olor a nuevo.
Las páginas tan perfectas que aun no parecen tuyas.

Y es que como con todo
moldeamos los libros hasta que nos pertenecen.  
Hasta que hay tanto de nosotros en ellos
que podemos sentirnos a salvo.

Para que todo esto pase
antes tienes que haber dado con tu libro. 
Con aquel que debe iniciarte en la lectura.
Soy de las que piensan que absolutamente todo el mundo
amaría la lectura si diese con ‘’su libro’’.
Da igual si con siete años
o con veinte o igual con cincuenta y seis
tienes que encontrarlo o mejor
tienes que dejar que él te encuentre a ti.

Andarás mirando los libros de un escaparate 
o leyendo la sinopsis de alguno, y sentirás curiosidad.  
Tal vez en una de esas limpiezas generales que tanto odias
encontrarás un libro de cuando tu madre era joven
o igual en una tienda de objetos de segunda mano.
Nunca se sabe, pero si prestas atención, tu libro siempre aparece.

En mi caso me topé con un pequeño libro de mi abuela, en francés.
Una historia de princesas y dragones 
que he releído hasta aprenderme de memoria. 
Creo que esa fue mi primera idea del amor.
A partir de entonces
me he escondido debajo de las sábanas para leer
me he llevado libros al instituto y me he puesto al final de clase 
para que el profesor no se percatase 
de que mis ojos abiertos de par en par 
no eran por sus explicaciones.
He leído en autobús, en tren, a orillas del mar 
y hasta en la cola de renovar el DNI.

Yo tengo mi autor, pero eso se consigue con el tiempo. 
Es de estos escritores que piensas: 
¿pero como se ha metido este señor en mi cabeza 
y ha escrito justo lo que necesito explicar?

A veces la conexión es tan inmensa
que prefiero leer antes que escuchar un consejo 
o tomar un café en compañía
y sé que puede sonar repelente
pero son cosas que solo entiende una lectora.

Marina, es uno de los libros de Carlos Ruíz Zafón
que yo personalmente adoro.
Cuando las cosas entre él y yo se pusieron feas
el decidió comprarse el libro. 
Yo le había hablado cientos de veces sobre él
y como por aquel entonces nuestro enfado 
era más grande que todo París
pensó que podría leérselo e ir comentándolo juntos.
Marina nos mantuvo unidos bastantes semanas. 
Ahora, cuando una noche decido 
volver a perderme entre sus hojas
siempre me recuerda a él.
Es el libro más ‘’mío’’ que tengo. 

‘’Marina dijo una vez 
que solo recordaremos lo que nunca sucedió’’. 
Creo que Zafón escribió eso para mi; 
y este es el llamado ‘’egocentrismo de lectora’’.

Todos los libros esconden entre sus hojas 
aun más de lo que el escritor nos quiere transmitir
que ya es mucho; cada párrafo es un laberinto 
del corazón de quien lo escribió.

Y si tienes los ojos bien abiertos
estoy segura de que un día, cualquiera
te encontrarás en un libro
y te verás tan bonita o tan triste
o tan melancólica en palabras de otro
que te echarás de menos cada segundo 
que no puedas leerte en otras letras.


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