jueves, 28 de agosto de 2014

¿Te corres de ausencia o de placer?

Tengo tantas formas de recordarte, 
que a veces se me antoja que no eres una, 
sino varias personas.

Que me dueles con la variedad de lo perdido.

No alcanzo ya a descifrar la forma de tu sombra, 
si eras valiente o si corrías cuando me acercaba, 
si brillaban tus ojos al leerme 
o se cansaban tus pupilas de la música de mi lápiz.

He sido cobarde, 
y he buscado todas las formas 
de que no me dijeras la verdad, 
tratando de fingir que podría despistarla eternamente, 
que allí donde ella fuese, no nos encontraría.

Después, lo he seguido siendo 
cuando una vez que nos había alcanzado, 
traté de disfrazar tus defectos, 
hacer de tus actos dioses de carne y hueso.

Mientras el barro salía por las costuras 
de nuestra historia
y lo ensuciaba todo, 
con la lentitud de aquello que va a doler 
durante mucho tiempo
y la seguridad de que no había nadie, 
ni tú ni yo, 
para limpiar aquel desastre.

Vivíamos a la espera de que todo explotase, 
como un orgasmo, 
primero con fuerza y más tarde, hecho eco.

Un eco encerrado entre cuatro paredes 
que le daban cobijo.

Y de pronto, 
toda tu religión está construida de recuerdos 
y tenemos que escoger alguno 
que nos permita escapar un tiempo de nosotros mismos, 
y de esa espera interminable 
mirando las agujas de un reloj que nunca gira.

Me acuerdo de ti, 
aun huyendo a otro momento de otro día cualquiera, 
me acuerdo de ti.

Del café entre tus manos. 
De tus manos en mi taza del café. 

Del olor a mermelada en tu boca. 
De la mermelada que siempre huele a ti. 

De tus labios goteando el jugo de las primeras naranjas. 
De las cientos de naranjas mordisqueadas 
que tienen la forma de tus labios.

Y caigo en la cuenta de que nosotros mismos 
pusimos los barrotes a esta cárcel 
a la que cariñosamente llamamos ‘’hogar’’.

Vivo sin ti todos los instantes del día
y sin embargo, 
comparto contigo cada uno de los pasos 
que no te pertenecen.

Tengo sobre la espalda varias camas vacías
y alguna boca valiente 
que se atreve a preguntarme aquello de: 
‘’¿cuánto tiempo llevas sin correrte?’’

Y me pongo a pensar: 
‘’¿de ausencia o de placer?’’

Y las cuentas siempre acaban dando 
la misma respuesta: 
llevo sin correrme de placer 
exactamente el mismo tiempo 
que llevo haciéndolo de ausencia.

De tu ausencia.

Que es tan espesa que cualquier pintor 
la habría utilizado de acuarela.

Un paisaje de añoranzas 
con un ejército de errores al fondo, en el horizonte, 
que sostengan entre sus manos rifles 
cargados de preguntas sin respuesta 
que en la mayoría de los casos son peores que las balas.

Cinco sentidos desordenados y un sexto, tú, 
que me hace ver todas las noches 
a los cientos de muertos que nos lloran 
y echan paladas de tierra sobre esta esperanza idiota 
que ni siquiera ha sido invitada al entierro.

Te he vomitado con el mareo que supone siempre 
echar la vista atrás, 
hay estómagos que no afrontan las derrotas, 
que no digieren las promesas rotas; 
y después, he intentado llorarte
pero las lágrimas están negadas a los cobardes.

No me retiré a tiempo de un juego en el que eras muy bueno.
La cama. 
Mis miedos. 
Mis ‘’jamases’’. 
Mis infiernos.

Nuestro cielo.

Que podría escribir una nueva Biblia 
con todos los milagros que te cabían en el ombligo.

Adicta al desgaste de tus contradicciones, 
a la erosión de tus costillas sobre mi pecho, 
al desagüe de tu garganta 
que coleccionaba letras de un poeta de alcantarilla.

Te dedico de aquí en adelante 
mis momentos más incómodos 
y el desastre de mi habitación, 
mis drogas y mis vicios, 
mi poca educación;
te regalo las palabras mal sonantes, 
los errores innecesarios 
y la sensación de sentirse nadie 
cuando desaparecen los ojos que te bombean el corazón.

Te dedico todos los infinitos que quepan 
dentro de una historia que nunca ha entendido de calendarios.

Y te dejo que elijas de que prefieres correrte tú. 

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