domingo, 24 de mayo de 2015

Mis doce perfectas formas de perderte.

Me han contado las señores de mi calle 
que te has paseado por allí.

Se ha llenado todo de vestidos 
y de zapatos de tacón; 
como si la vida hubiese despertado 
y no quedase en todo el mes de Abril 
ni una sola cadera que no se ofreciese 
a que descarrilases tus maneras por sus curvas.

Y todas han deseado a su descendencia con tus ojos.

Dicen que no has mirado hacia mi ventana, 
y que caminabas como si otra boca 
te hubiese lamido la memoria.

He dejado de ser la reina de tus recuerdos.

Y ahora que otras rodillas ansían tus besos, 
y que acaricias otro pelo. 
Ahora que tienes otro cuerpo 
al que prestarle tus camisas, 
y otros oídos a los que regalar promesas; 
ahora que nos has liberado 
de aquella cárcel que olía a paraíso 
y que el sexo no tiene nada que ver 
con el desastre de mi habitación 
ni con el cajón de la ropa interior, 
creo que puedo escribirte sentada 
en tu lado de la cama.

Con paciencia, con calma, 
con la serenidad de quien ya 
no tiene que darle explicaciones a una bragueta, 
ni convencer a unas cuerdas vocales 
de que los mejores versos son recitados 
por otra boca.

Leídos por otros ojos 
y guardados en otras manos.

Que los mejores libros 
son los que regalas con dedicatoria, 
y te despides ''con Cariño’’.

Que empieza por C de CONTIGO, 
con C de CUANDO ESTÁS, 
con C de CUANDO VOLVERÁS.

Te la envío a una dirección que no existe.

Mis doce perfectas formas de perderte:

Primera: nunca te guardé ningún secreto, 
y el misterio, como la magia, 
se fue descubriendo, 
hasta dejarme tan desnuda 
que mi talón de Aquiles y mi lista de defectos, 
se veían desde tu casa.

Segunda: dejé que mis orgasmos 
solo se activasen con tu cuerpo, 
y me deshice demasiado pronto 
de todos los candidatos a futuros bilaterales.

Tercera: puse todas las cremalleras 
tan a la vista, 
que se bajaban solo con mirarme.

Cuarta: mi pasatiempo preferido 
siempre era tropezar contigo, 
como si mis zapatos estuvieran predestinados 
a tu declive.

Quinta: nunca me importó subir a tu cima 
a esperar otra caída 
mientras escuchaba todo aquello 
de tu miedo al compromiso.

Sexta: dejé que colocaras en mi cama 
un calendario de visitas 
al que solo acudían tus encantos.

Séptima: me perdí contigo 
creyendo que te quedarías 
en aquel lugar sin nombre, 
y al final acabé sola entre 
cientos de definiciones del amor 
que nunca hablaban de quedarte conmigo.

Octava: no me importaban los cientos de escotes 
y las miles de piernas 
que protagonizaban tus sábados noche 
si el domingo necesitabas mi poesía.

Novena: te puse en lencería 
a todas mis debilidades 
y te las entregué a sabiendas de que 
todo lo que das a tu enemigo 
cuando bajas la guardia, 
se vuelve contra ti en el campo de batalla.

Décima: nunca pregunté a cuantas más 
con las mismas ganas, 
con las mismas palabras 
y la misma mirada.

Undécima: jamás te dije que te fueras o te quedaras, 
y jugué a desnudarme contigo 
en el sinfín de matices que hay 
entre esos dos extremos.

Doceava: nunca supe que hacer contigo 
cuando empezaste a importarme.
                       
                                                                                  Con todo mi cariño.

                                                                           Y cariño con C de: te espero en CASA.

3 comentarios:

  1. No es casual que en "Suenas en mi radio" nombres a la chica del muelle de San Blas. Como en otras muchas canciones y coplas desde que Ulises (con U) o Odiseo (con "O") dejase Ítaca y a Penélope esperando con una infinita paciencia. Algunas que esperan se convierten en estatuas de sal porque lo hacen desde la misma playa "Naturaleza muerta" en la que Ana espera a que el mar le devuelva a su Miguel, y aquí me invento que antes de convertirse totalmente en estatua de sal su lenga a punto de solidificarse pronunció una "M". Otras adoradoras de la venidera esperanza, se volvían locas y Doña Concha Piquer las describía saludando a los viajeros en una estación ("la niña de la estación") o como en otra de sus divinas coplas "tatuaje" tatuándose el nombre de aquel marinero, esta vez con todas las letras. Maná, como tú has nombrado, también hizo una canción de su particular Penélope (En este caso se trataba de una historia real). Pero el que dio en la diana, como buen poeta, fue "El Nano". Serrat y la triste historia de su particular Penélope y los sauces del parque desnudándose o vistiéndose de hojas año tras año...
    Muchas veces te veo así.Tejiendo y destejiendo porque no quieres tener que dar la espera por finalizada. Lo mejor es que en tu espera, cada punto que das es siempre un escrito rebosante de sentimientos desnudos y valientes y que con ellos deleitas al lector.
    Te confesaré que muchos de mis poemas son también macramé de agujas gordas y que tienen su letra. En ocasiones me ha tentado la idea de hacer un acróstico casi secreto que sólo la destinataria descubriese después de descifrar lo que digo entre lineas. Se trataría de una locura más, tanto como imaginar que una botella lanzada al mar con un mensaje llegue a su único y acertado destino. Lo caval de todo esto es que tenemos la mejor escusa para sacar a pasear los sentimientos por el teclado o la hoja blanca, y yo que me alegro de eso. Un beso, que parece que rima.

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    1. Tienes razón Salvador, me encantan las historias de esperas, quizás porque creo que lo fácil es estar mientras la otra persona lo hace, pero aquel que sigue sin que la otra persona esté, es un valiente, un inconformista. Lo sencillo sería enamorarse de otros ojos y quererlos tanto que poder dedicarle miles de versos, pero me gustan aquellos que se quedan cuando no hay nadie y amansan la espera con poesía.
      No quiero decir que tengas que parar toda tu vida para esperar a alguien que no sabes si volverá, pero si puedas dejar que un trocito de ti se quede eternamente en el muelle de San Blás, hay historias que lo merecen.
      Y la mejor forma de demostrar que una historia merece tu espera, es regalarle versos que la eternicen.

      Siempre es sensacional cuando te pasas por aquí, eres enormemente bienvenido.

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  2. Vaya formas de perder a alguien. Je, je, je. Me hizo un poco de gracia el juego de las "c", sobre todo al final.

    Otro bello poema que se generó en tu mente, viajo por tus brazos y se escurrió en tus dedos. ¡Saludos!

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