lunes, 29 de junio de 2015

Tercera promesa.

Hoy al despertar 
has sido lo primero en lo que he pensando. 

Te he imaginado en el asiento del piloto, 
con una mano en el volante 
y otra en mis rodillas.

Conducías mirándome, 
con ese aire de canción de los ochenta 
cosido a los vaqueros, 
y sonreías. 
Eso es lo que más recuerdo, tu sonrisa.

Olía a verano allí por tu boca 
y la crónica de mi vida 
se iba sucediendo en los altibajos de tu voz, 
aun la escucho si cierro los ojos 
y me concentro en un punto exacto.

Yo te miro también 
desde el asiento de al lado. 
Me quito la camiseta 
para ponerme el bikini, 
y sonrío, 
porque sin mirarte, 
se que andas mordiéndote 
el labio inferior.

Subo el volumen de la radio 
con los pies en el salpicadero, 
tarareando nuestra canción. 
Claro que la recuerdo, 
pero la he descartado de la lista del reproductor 
en uno de los mil intentos de olvidarte.

Aceleras, 
y ahora oigo el sonido del motor, 
ruge, 
como ruges tú cuando mi cabeza 
se encuentra en los bajos de tu ombligo.

Te quito la mano del muslo 
y la paso por mi pelo, 
enredándola con él. 
Te pones serio y me miras: 
¿qué hace una chica como tú en un sitio como este?

Me abalanzo sobre ti 
y vamos zigzagueando por la carretera, 
como si no hubiese peligro más allá de aquellas hipótesis 
de que nada es para siempre. 
De que tu boca en un local. 
De que ya no estás tan seguro. 
De que los crepes ya no saben igual 
y nunca se calcular la cantidad exacta de chocolate.

Y las mañana ya no huelen a café 
pero todos los cafés, 
en cambio, 
me siguen recordando a tus mañanas.

Pisas el freno, casi en seco, 
y me coges la cara con las dos manos, 
apartando el pelo liado en las pestañas. 
Me besas las pecas, una a una 
y juegas a las promesas.

La primera, que no te irás.
La segunda, que no me dejarás irme.
La tercera, que pase lo que pase, no me olvidarás.

Y entonces, 
como augurando la llegada de una tormenta 
que no he visto hasta lloverme encima, 
¿para que vas a olvidarme si no piensas irte?

Las promesas nunca han sido lo tuyo, 
pero tú si eras lo mío. 
Y yo lo tuyo. 
Y entonces a ver, joder, a ver como lo hacemos, 
¿te vas tú?
¿o te quedas sin ganas 
y me cedes la valentía en un acto de fingir 
que no nos hemos querido tanto?

Hoy me han contado 
que te han visto pasar a prisa en el coche, 
serio, 
con las dos manos sobre el volante. 
Decían que al lado de tu asiento 
casi se me podía ver. 
Una silueta, un contorno, un reflejo.

Y yo siempre les corrijo: un recuerdo. 
Ustedes hablan de un recuerdo.

Decían que ibas hacía el norte, 
que tu coche ya no olía a mar. 
Ni bajabas las ventanillas 
para que se colara el viento. 
Que te caías mal, 
que sin mi, te caías mal.

Pero no vuelves, 
porque yo te hice prometer que no lo harías. 
Que esta escena del crimen 
quedaba clausurada para futuras recaídas.

Ahora trabajo en un despacho. 
Me enfundo todos los días en una falda de tubo 
y me abotono una camisa aburrida. 
Veinticuatro horas en donde nada debería de recordarme a ti.

Solo es una forma más de teorizar 
sobre como olvidarte. 
Y puede que hasta lo consiga, vete tú a saber. 

Pero te echo tanto de menos.

Volví a casa tarde, 
bajé las persianas porque en noches de añoranzas 
la luna se pasa de lista. 
Me tumbé en la cama y cerré fuerte los ojos.

Volví a escuchar el motor rugir, 
fuerte, muy fuerte, 
esta vez dirección sur. 
Sonaba nuestra canción.

Llevabas los vaqueros desgastados, 
y me apretabas el muslo.

Y entonces, supongo que la tercera promesa, 
la que más detesto, 
la hicimos los dos.

Y yo sin saberlo.


6 comentarios:

  1. Un promesa difícil de olvidar luego de que hubiera bastante pasión. Una promesa concreta para una parte, aunque táctica para otra y un dolor compartido para ambas. La memoria les pasará factura cada tanto, no les hará olvidar fácilmente esa promesa aunque pasen los años, ya sea un castigo por usar con liviandad las palabras o ya sea una cuenta pendiente que quedará guardada en un lugar del corazón.

    Hermoso texto como siempre. ¡Saludos!

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    1. Si Nahuel, las promesas no son fáciles de olvidar si las haces de verdad, o si creemos que la otra parte la hizo así. Quedamos encadenados a palabras cuando estas son sinceras, y lo estamos incluso aunque no las hayamos cumplido.
      Muchísimas gracias por encontrar siempre un huequito en el que dedicarme unas palabras.
      Un abrazo.

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  2. Encantador, inclusive mejor que otros con argumento parecido. Se prometen tantas cosas...Me encantaría saber si, además de a tu público, llegarán estas desnudeces del alma al destino donde se inician las promesas. Un saludo, Amparo.

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    1. Muchísimas gracias Salvador! Lo cierto es que mis letras no salen de aquí. Hubo un tiempo que no fuese así, pero ahora sí. Ya no hay motivo para que lleguen al destino del que hablas.
      Para ti un saludo no, para ti un abrazo enorme!

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