martes, 29 de noviembre de 2016

Qué difíciles son los tiempos felices.

Y sé que un día voy a llorar tanto que me escucharás desde tu nueva vida, pero hoy no, hoy ni siquiera voy a decirte en lo que estoy pensando, porque tendrías que besarla, a ella, claro, porque a mí me cogerías el mismo asco que le tengo yo a nuestro final repetido. De tanto vivirlo. De tanto quererte cuando no te querías ¿recuerdas?

Que difíciles son los tiempos felices.

Hoy me han preguntado que me llevaría a una isla desierta. ‘’Algo de valor’’, añadieron. Así que me llevaría tu nota de despedida, porque hay pocas cosas más valiosas que una nota de despedida, dicen más del que parte de lo que le gusta admitir al que se queda.

El problema de no ponértelo fácil a ti, es que me lo pongo jodidamente difícil a mi, y lo cierto es que no se que prefiero. ¿Cuáles son las últimas bragas que guardas en la retina?

La última poesía que se te durmió en los oídos. Que es lo último que recuerdas de nosotros antes de que no fuésemos más que el intento de ser cualquier cosa con sentido.
No común.
Sentido original.
Tan originalmente nuestro, tuyo y mío, que el nosotros no supo hacerse hueco.

Tengo los pies empapados así que todo el bar se ha girado a mirarme los tobillos. A fuera no llueve, y les miro ¿de veras creéis que no lo sé? Pero es peor una guerra interna a cualquier temporal. Y si no lo sabéis, menudo amor de mierda.

El propio y el compartido.
Me ha enfadado tanto que te fueras, que he fingido tu muerte. He llorado con las vecinas, he comprado flores y me he vestido de negro. Hasta he follado con otro en nombre de tu amor y los poetas me han perdonado, porque el despecho siempre tiene hueco en la poesía.
No dejo de pensar en aquello de que el tiempo pone a cada uno en su lugar. Dime entonces, ¿qué pasa con quienes no tienen lugar? ¿qué pasa si el lugar ya no está?

Me siento atada a una religión en la que no creo, ahogada en oraciones de mierda que no resuelven dudas. Ni desbancan miedos.
Dios nos está poniendo a prueba. A prueba de balas que chocan siempre contra la misma cabeza. Apago todas las luces y me tumbo en la cama. Cuando despierto, siempre es domingo y no hay rastro de la bala.

Y vuelta a empezar.
¿Qué el tiempo pone a cada uno en su lugar? Eso debió decirlo alguien que estaba justo donde quería estar. Pregúntale a quien se queda después de todo, si el tiempo ha hecho algo por él. Pregúntale a la madre que lleva días apretando la cabeza de su hijo muerto contra su pecho si sabe algo de lugares acertados.

La vida es tan relativa que no me sorprendería contarle a alguien como nos despegaste de cuajo y que me dijera que no es para tanto.
La existencia humana no es para tanto y sin embargo, somos los impulsores del progreso. El animal racional que mata porque el otro piensa diferente. La era de la tecnología en la que avanzamos en la comunicación mientras olvidamos charlar en una mesa con amigos.

Todavía hay alguien que no me dejaría llamarte cobarde. Que ironía.

Un día voy a llorar tanto
que me oirás desde tu nueva vida,
porque recordar tiempos felices
siempre nos pone enormemente tristes.
 
 

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