lunes, 5 de diciembre de 2016

Autoyuda.

Te vi hace unos días hacer la maleta desde la ventana de mi habitación. Recogerlo todo para marcharte a donde sea que quisieran llevarte tus ganas de huir de mí.

Y ha debido de ser lejos, porque ya solo queda un lado de la cama y es el mío; a veces lo ocupo y otras ni siquiera voy por allí.
Hay lugares en esta casa por los que solo estoy de paso, escribo un poco sobre como sobrellevar una pérdida sin cadáver y elijo la foto atractiva, sin ojeras, que voy a poner en la contraportada de mi novela de autoayuda.
Donde parezca que te he superado.

Los libros no ayudan. Y si ayudan, no son libros. O no son buenos. Los libros desgarran, recuerdan y retroalimentan escenas que deberíamos haber olvidado.
Como la buena música o los grandes cuadros.

El arte no tiene que ser hermoso ni darnos cobijo. Tiene que ponernos contra las cuerdas.
Y alguien que no sabe lo que es amar a un cobarde, te dirá que te vayas. De todo aquello que no te empuja hacia delante. Yo te digo que te quedes.

Quédate hasta que no haya nadie más para que puedas hablar contigo mismo después del huracán; las grandes catástrofes siempre traen las palabras más sinceras. Quédate para quitarte la razón y cuestionártelo todo. Después podrás cambiar de vida, viajar, dejar que otros tengan una verdad universal que te da pereza.
Deja una nota en cada cajón y miente, para que la nueva chica que venga a vivir a casa, pueda imaginarse una bonita historia de amor. Escribe sobre otra persona y deja que crea que eres tú, y que cuando hablas de polvo, nunca te refieres a ceniza.

Miente tan fuerte que puedas vivir un poco dentro de una chica que no existe y a la que las cosas le salieron bien.
Como si fuese posible salir bien parado de algo de verdad.

Si lo fue, te dolió.
Si lo es, te está doliendo.
Como todo lo que late. Y vive. Y respira.
Comprométete con la huida; comprométete a no volver. Hazle caso a esa parte de ti que no encuentra su lugar en el mundo. Desordénate con la maestría de quien ya no anhela la perfección. De quien conoce la poesía.

Habla del suicido, como si lo hubieses vivido. ¿A caso imaginarlo hasta sentirlo no es suficiente?
Hay cosas que solo podemos imaginar para volver de nuestro letargo y contárselas a quienes no tienen la capacidad de recordar lo que nunca sucedió, como decía Zafón.

Recordar lo que nunca sucedió con la claridad de un mar en calma. De dudas, pero en calma. Porque hay dudas que no se mueven aunque respiren.
Me dueles tanto que me está costando escribir sobre una historia de amor. Y de repente he pensado en la guerra. En cuerpos que vuelan por los aires. En quienes no se quedan hasta el final. En llantos. En trincheras.

En un arma sin alma.

Y he decidido escribir sobre eso. ¿A caso no es eso el amor? El de verdad. El que late. Vive. Y respira.

Página diez de mi libro de autoayuda:
Quédate,
aunque nadie te salve.

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